6/7/14

El crepúsculo de las religiones

Parte 2

Recopilación, adaptación y aportes propios de un excelente artículo publicado en "Tendencias 21" por Leandro Sequeiros.


En la anterior entrega http://www.directspace1.blogspot.com/ 021441/El-crepusculo-de-las-Religiones-Neoliticas-o-Prehistorica.html intentamos probar que las religiones Agrarias de principios del Neolítico que han sobrevivido, léase, Judeo-Cristianismo, Islam, Budismo, Hinduismo, Mesopotámicas , con todas y cada unas de sus múltiples y profusas variantes de tipo sectario, cismático, regionales, políticas etc. y las ya desaparecidas pero procedentes del mismo cuño o matriz Agrario-Neolítico, como ser la Egipcia, Griega, Asiáticas pero de matriz agrícola- ganadera, las de origen nórdico dedicadas a venerar la Madre Tierra y algunas otras que nunca conoceremos sus relatos ni sus dioses.

El crepúsculo de las religiones

Estaban declinando su incidencia en la sociedad, disminuían el grado de autoridad en forma sorprendente, eran víctimas y estaban sufriendo una firme y constante desaceleración en el nivel de credibilidad social y en definitiva estaban siguiendo el mismo camino de decadencia de otras muchísimas construcciones humanas, relatos más antiguos de principios del Neolítico que les dieron su base teórica – filosófica y que en definitiva han desaparecido como paradigma político-religioso sin ninguna consecuencia importante ni catastrófica para el desarrollo de la humanidad.

Esta evidente declinación ha sido impulsada o motorizada esencialmente por la luz que ha arrojado la ciencia moderna a toda actividad humana, las corrientes filosóficas humanistas de los siglos XVI, XVII y XVIII, las diversas revoluciones industriales, el advenimiento a nivel global, básicamente desde las primeras décadas del siglo XX, de las comunicaciones, forjando la Era de la Información, la consiguiente creación de conciencia planetaria y la perdida de la ingenuidad de las sociedades, principalmente la de sus integrantes más jóvenes.
Todos estos factores definitivamente atentan en forma directa contra el relato religioso tal y como lo conocimos, transformando sus enunciados de revelación divina o mística, en meros relatos de tipo histórico, leyendas, fabulas muy desactualizadas y por demás imprecisas que hoy solo pueden atraer y disponer masivamente a gente necesitada, con poca preparación, incapaz de cuestionar los dogmas y generalmente para consternación y desconsuelo de los jerarcas religiosos, este estado de las personas, en la sociedad actual de las comunicaciones, no dura mucho tiempo.

ciencia

Pero ¿con que mecanismos internos las religiones han ejercido su dominio y autoridad sobre la sociedad durante tanto tiempo?
Son muchas cosas o dispositivos centrales, todos ellos muy concretos y específicos pero esencialmente han ejercido su autoridad por medio de:
* La creación e imposición de su cosmovisión sobre la sociedad: Durante milenios la religión ha ocupado el lugar que ahora ocupa la ciencia y fueron ellas las que han dicho a la humanidad, en cada sociedad, qué es la realidad, cuál es su origen, su sentido y por sobre todo, cuáles son sus exigencias morales.
* una «epistemología mítica», (Epistemología (del griego ἐπιστήμη (episteme), "conocimiento", y λόγος (logos), "estudio" es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento. La epistemología, como teoría del conocimiento, se ocupa de problemas tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento, y los criterios por los cuales se le justifica o invalida, así como la definición clara y precisa de los conceptos epistémicos más usuales, tales como verdad, objetividad, realidad o justificación. La epistemología encuentra ya sus primeras formas en la Grecia Antigua, primero en filósofos como Parménides o Platón).
Esta manifestación de las religiones ante la sociedad, ha atribuido a dios sus propias elaboraciones, para así presentarlas como revelación, indicación o voluntad de Dios, y de esta forma, absolutizarlas y cerrarlas a cualquier refutación u objeción. Esta, en realidad fue una necesidad de las religiones para dar seguridad a la sociedad humana que pretendían tutelar o proteger.
* Una exigencia radical de sumisión, acatamiento, pleitesía y de fe. Obligación de «creer lo que no se ve» (o lo que ni siquiera se entiende).
Las religiones de tipo Agrícola nacidas a comienzos de Neolítico, han ejercido con todos estos y otros mecanismos, su derecho al sometimiento de las sociedades humanas desde hace 10.000 años. Durante todo el Periodo Neolítico, pero esencialmente en la ultima parte, las religiones se han arrogado además el poder político lo que se evidencia en los sistemas sociales de los imperios con su religión de Estado, en el Régimen Feudal, en las Monarquías de ascendencia divina, en los Regímenes Teocráticos, o en las modernas Republicas Democráticas, obligando a sus dirigentes elegidos por el pueblo, a jurar mandato debajo de la atenta mirada de las autoridades religiosas.

carl sagan

Para terminar esta segunda parte de este resumen del excelente artículo publicado en "Tendencias 21" por Leandro Sequeiros, quiero dejarles un pequeño cuento del famoso científico Carl Sagan que ejemplifica de manera genial el procedimiento religioso.

El dragón en el garaje.

Es una analogía utilizada por el astrónomo y exobiólogo Carl Sagan en su libro "El mundo y sus demonios", como forma de criticar los argumentos Ad ignorantiam usados por diversas religiones.
En su libro, Sagan explica:
«En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca».
Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor usted me cree pero le gustaría comprobarlo, verlo por usted mismo. A lo largo de los siglos han habido innumerables historias de dragones, pero lamentablemente ninguna prueba real, nadie les saco una fotografía o trajo alguna cosa tangible que probara en forma definitiva y categórica su existencia. ¡Qué oportunidad de lograr esta pruebas!
—Enséñemelo —me dice usted.
Muy bien. Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.
—Oh, está por aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Lo que pasa es que me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Ok, dice usted, entonces me propone con mucha lógica, que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón y con eso tendríamos una prueba concluyente.
—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire, nunca toca el piso.
Perfecto dice usted, entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego que emite por la boca.
—Buena idea, pero el fuego que emite el dragón es invisible y tampoco da calor.
Un poco nervioso, usted sugiere pintar con spray el dragón para hacerlo visible.
—Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo, inmaterial y la pintura no se le pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo, intangible y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente, ilusorio o peor aún, apócrifo?
Si no hay manera de refutar mi opinión o lo que dice mi Libro Sagrado sobre dragones, que además tiene varios milenios de haber sido escrito, si no hay ningún experimento concebible, legítimo, medianamente válido contra mi propuesta de dragón o a favor de ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe?
Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, absolutamente infructuosas, por mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de maravilla o por que estén escritas en algún libro de dudosa e incierta traducción y antigüedad.
Lo que yo le he pedido que haga es acabar definitivamente aceptando, en ausencia de pruebas, o refutaciones posibles todo lo que yo digo, que me crea sin discusión mi afirmación sobre el dragón incorpóreo que flota en el aire y que emite fuego que no quema y además le exijo, le demando que haga intervenir inmediatamente su convicción y su fe para creer en mi dragón que emite fuego.

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