El enfrentamiento entre Arsenal y Bayern no puede llegar en peor momento, no sólo por las notables bajas de Ramsey y Arteta. Los pupilos de Arsene Wenger parecían haber superado los viejos fantasmas con unos resultados que acompañaban a un equipo últimamente acostumbrado a perder cualquier opción al título de Liga antes de tiempo. Un tiempo que se detuvo el anterior sábado en Anfield con una sonora debacle y un relevo en la cabeza de la clasificación, justo antes del duelo de octavos, del muro insalvable.
Si definimos la relación del Arsenal con la Premier como la de un amor platónico, como la de un enamoramiento en la distancia que resulta inalcanzable desde aquel pletórico 2004; el vínculo que mantienen los londinenses con la Champions League se podría calificar de tortuoso. Un amor imposible y dañino que acaba siempre en el mismo instante: en un punto de no retorno.
Los octavos de final son el tope marcado por los del norte de Londres desde hace tres cursos. Una maldición que se repite año tras año con extrema facilidad. Si al deja-vu le faltaban elementos, el último verdugo de los 'gunners' fue precisamente el Bayern, en la anterior campaña, la del triunfo bávaro en la final ante el Borussia Dortmund, la de los inalcanzables récords que se siguen reeditando y le proclaman como el más fuerte del continente.
El mayor consuelo para el Arsenal, además de la ausencia de Ribery, es que los dos últimos encuentros perdidos por el Bayern en Europa fueron ante conjuntos ingleses: Manchester City y los propios 'gunners'. Un consuelo que dura poco cuando se comprueba que los últimos vencedores en el Emirates -en Champions- eran alemanes: Schalke, Borussia Dortmund y Bayern. No hay tiempo para echar la mirada atrás. Es hora de que el Arsenal se enfrente a sus miedos. Aunque sea el peor rival en el peor momento: el 'coco' ha vuelto y lo hace en octavos.
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