10/3/14

Ocho extrañas percepciones del cerebro

Ocho extrañas percepciones del cerebro

Sentir que el cuerpo se encoge, tener la sensación de que tus familiares son impostores, no reconocer alguna parte del cuerpo, o una mano que parece tener vida propia, son algunos raros trastornos del cerebro

1) En el país de las maravillas

Ocho extrañas percepciones del cerebro
(Es probable de Lewis Carroll padeciera un trastorno que se conoce como "síndrome de Alicia".)


«Un día vi cómo los libros de mi hermana se volvían más grandes y cómo mi padre se hacía tan pequeño como un muñeco. Siento que mi cuerpo crece y crece hasta que parece ocupar la habitación entera». No es Alicia, el personaje de Lewis Carroll, quien habla sino una niña de 8 años que fue atendida en un centro de salud de Orense por una extraña migraña que se caracteriza por causar desórdenes de la percepción visual que incluyen alteraciones en la forma, tamaño y situación espacial de los objetos. Este trastorno se conocen como «síndrome de Alicia» y es probable de Carroll lo padeciera también.

Durante seis semanas la pequeña pudo observar además cómo determinados objetos inanimados de su entorno realizaban movimientos espontáneos repetitivos -la pierna de una muñeca se balanceaba, la persiana de su habitación subía y bajaba- al más puro estilo poltergeist, y cómo todos los objetos de su entorno visual se hacían pequeños y lejanos.

Este extraño trastorno puede ocurrir a cualquier edad, pero cuando se asocia a migraña es más común en los más jóvenes, con una media de edad en el momento del diagnóstico que oscila entre los 6 y los 14 años.

La mayoría de las veces se presenta de forma repentina y quienes lo padecen pueden experimentar visión liliputiense o micropsia y su contrario, macropsia, que se caracterizan por una disminución y un aumento aparente, respectivamente, en el tamaño de los objetos. Si estos cambios son graduales en lugar de bruscos, el paciente experimenta cómo los objetos se acercan o alejan como si los observara a través de un zoom.

2) Tú cara no me suena, cariño

ciencia


«Sé que es una cara porque puedo ver los ojos, que están en la parte superior del cuerpo. Puedo distinguir el cuerpo bastante bien. A veces puedo reconocer a la gente por su forma de moverse o de andar aunque estén lejos. Resulta gracioso, ¿verdad? No puedo ver claramente la cara de la gente pero puedo reconocerlos por cómo andan. Cuando mi marido y mi hijo fueron al hospital no supe quién era cada uno hasta que hablaron. Ahora me estoy ejercitando para reconocer a mi marido. Puedo ver sus gafas y su calva, pero tengo que seguir practicando. Uno de mis vecinos, que también es calvo y usa gafas, vino a visitarnos con su esposa. Yo le confundí con mi marido y le llamé cariño. Fue un poco embarazoso». Es el testimonio de una mujer que sufrió un ictus.

Sufre un extraño trastorno, que se denomina prosopagnosia (del griego prosopon, rostro, y agnosia, dificultad para reconocer) y que incapacita para reconocer caras. Fue descrito por primera vez en 1860, pero no recibió este nombre hasta 1947, cuando el psicólogo Joachim Bodamer relató el caso de un combatiente de la Segunda Guerra Mundial de 24 años, que tras recibir un disparo en la cabeza había perdido la habilidad para reconocer a sus familiares y amigos e incluso su propia imagen en el espejo.

Se debe a una lesión en un área de la corteza inferotemporal, situada a ambos lados del cerebro y que se extiende aproximadamente desde la nuca hasta las orejas. En esta franja hay una zona concreta, llamada área facial fusiforme, especializada en el reconocimiento de las caras. Y es también la responsable de que tengamos mayor dificultad para reconocer los rostros orientales, por ejemplo, con los que estamos menos familiarizados.

Y es que la habilidad para distinguir unas caras de otras aumenta con la experiencia. Aunque la preinstalación o cableado está incorporado "de serie" en nuestro cerebro, como lo demuestra el hecho de que los bebés recién nacidos tengan predilección por las figuras que semejan rostros.

3) Mi marido es un impostor

actualidad


Algunas personas tienen el firme convencimiento de que sus familiares más cercanos son unos impostores. Aunque su apariencia física es la de siempre, están convencidos de que los han cambiado por otras personas que se les parecen extraordinariametne. Esta curioso trastorno neurológico recibe el nombre de Síndrome de Capgras o ilusión de Sosías. La palabra sosias hace referencia a una persona que tiene mucho parecido o similitud con otra, hasta el punto de confundirse. La palabra proviene de la obra Anfitrión de Plauto, en la que Mercurio se hace pasar por Sosias, el criado del general Anfitrión.

A diferencia del caso anterior, la prosopagnosia, en la ilusión de Capgras el paciente es capaz de reconocer la cara de un ser querido, sin problemas, pero está convencido de que ha sido reemplazado por un impostor. La mayoría de los casos ocurren después de lesiones en el cerebro que despiertan esa idea delirante. Sin embargo, en otras aspectos la persona es perfectamente lúcida y su memoria no parece afectada. ¿Qué falla entonces?

Probablemente lo que falla es la emoción que ese rostro debería suscitar. El neurólogo Ramachandran cree que este curioso fenómeno se debe a una desconexión entre la zona del cerebro encargada de reconocer las caras (el área facial fusiforme) y el sistema límbico, que se encarga de poner una emoción al rostro que vemos.

El paciente ve la cara de un familiar muy próximo, como su marido, su padre, sus hijos o hermanos, y la reconoce, pero no percibe la emoción habitual de familiaridad y cariño. Esto lleva al cerebro a interpretar que en realidad esa persona que está viendo debe ser un impostor.

Por raro que parezca, este razonamiento es la única interpretación que tiene sentido para el cerebro: ¿una cara como la de mi marido/padre pero sin ninguna emoción? Sin duda esto no es lo que parece. Debe ser otra persona la que está frente a mi.

En la prosopagnosia, como demostró Antonio Damasio, esta ruta que conecta un rostro con una emoción, sí funciona. De ahí que puedan reconocer a sus familiares aunque no puedan percibir su cara con claridad. Curiosamente, cuando las personas con síndrome de Capgras mantienen una conversación telefónica con el ser querido que consideran un impostor, reconocen su voz y le unen la emoción correspondiente a un familiar cercano. En esta caso no tienen ninguna duda de la autenticidad de la persona que les habla.

4) Yo te conozco y sé de qué

educacion
(Algunas personas confunden a extraños con personas con las que mantienen una estrecha relación.)


Una mujer de 36 años fue derivada al Departamento ambulatorio del Departamento de Psiquiatría del Hospital Eginition, en Atenas, con ansiedad e insomnio. Entre otras muchas cosas, identificaba a los extraños como un antiguo amigo que en el pasado le había pedido que se casara con ella, pero al que había rechazado. Incluso confundió con él al psiquiatra que la atendía. Aunque no había similitud física entre ambos, fue inflexible en su convicción de que el psiquiatra era su antiguo amigo por la manera en que le miraba. Esta percepción errónea se conoce como síndrome de Frégoli, y puede ocurrir por diversas causas: desde esquizofrenia a un accidente cerebrovascular. Esta paciente en concreto, también tenía síntomas del síndrome anterior (Capgras) y creía que su padre era un impostor. Ambos trastornos se engloban dentro de los Síndromes de identificación errónea delirante.

5) Una mano con vida propia

AMG
(Como en el cuadro de Escher, en ocasiones un lesión cerebral hace que una mano adquiera "vida propia".)


En la película «¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú», Peters Sellers interpreta a un curioso personaje, el doctor Insólito, incapaz de controlar su mano derecha, que parecía tener vida propia y le ponía en serios aprietos. En ocasiones, y ante la desesperación de su dueño, se alzaba inoportunamente saludando al estilo nazi o le ponía al borde de la asfixia, agarrándole por el cuello con la siniestra intención de estrangularle. No es sólo una ficción del cine.

Lo que reflejó el director de cine Stanley Kubrick basándose en la novela «Alerta roja», de Peter George, es un síndrome neurológico denominado de la mano ajena o extraña, que afecta a algunas personas que han sufrido un accidente cerebrovascular. Quienes lo padecen, afortunadamente pocos, se sienten incapaces de controlar uno de sus brazos, que como un niño caprichoso no para de hacer «travesuras».

Así lo reflejaba un paciente: «Esta mano es un demonio, no sólo no consigo dirigirla, sino que hace lo que le viene en gana», se quejaba a su médico refiriéndose a su mano izquierda. Mientras hablaba, tomaba un lápiz con la derecha y obligaba a su rebelde mano izquierda a cogerlo. «Así se estará un ratito tranquila», le decía al médico con toda naturalidad, a fuerza de haber probado estrategias para paliar la situación.

Pese a todo, ante la asombrada mirada del médico, la mano díscola se alzaba con el dedo índice apuntado al cielo, como si quisiera preguntar algo. El paciente, sin hacer caso, seguía explicando que incluso comer era una tarea fastidiosa porque cuando había conseguido pinchar la carne con el tenedor, la mano izquierda se lo quitaba. Y para colmo, a veces la caprichosa mano le propinaba un bofetón. «O la obligáis a portarse bien o me vuelvo loco», suplicaba desesperado.

Este asombroso comportamiento se produce como consecuencia de lesiones en el cuerpo calloso, un conjunto de fibras nerviosas que comunican los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo. Cuando se rompe esta comunicación, las dos manos dejan de cooperar y puede decirse literalmente que la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda.

De momento los neurólogos no saben cómo meter en cintura a la mano díscola. Sin embargo, conocen algunos trucos para hacer más llevaderas sus múltiples excentricidades, como ordenarla en voz alta lo que se quiere que haga. Y si esto no es suficiente, suelen funcionar medidas más drásticas, como atarla a la espalda.

6) La mitad del mundo

cerebro
(Las personas con neglect reflejan en sus dibujos su "parcial" visión del mundo (abajo)


Se afeitan o maquillan solo la mitad derecha de la cara, dibujan sólo la mitad de una flor o se comen solo medio bollo. Son personas que tienen una lesión en la corteza parietal derecha producida generalmente por un ictus.

Habitualmente, la corteza parietal recibe información sobre el cuerpo y su posición. También recibe de forma indirecta información auditiva y visual, que nos ayuda a localizar las partes del cuerpo y su posición en el espacio, así como los objetos que nos rodean. Pero hay ligeras diferencias en la función de esta zona dependiendo del hemisferio en que se encuentre.

Cuando el lado derecho de la corteza parietal está lesionado, las personas se comportan como si lo que hay a su izquierda sencillamente no existiera. "¿Qué es esto?", preguntó el médico a una mujer de 60 años ingresada por un ictus, señalando su brazo. "¿Qué?", replicó ella. El médico levanto el brazo de la paciente y lo movió delante de su cara. "!Ah, es un brazo!". "¿De quién?", insistió el galeno. "No lo sé, creo que debe ser suyo", porfiaba la mujer. "No es mío; es suyo, mire", continuó el médico, recorriendo el brazo hasta el hombro. "Si usted lo dice..." admitió poco convencida la paciente. Este trastorno se conoce como neglect (desatención) unilateral.

En un famoso experimento, a pacientes milaneses con neglect les pidieron que describieran lo que veían en el lado izquierdo de la de la plaza de la catedral, mirándola de frente. No pudieron hacerlo, porque no podían ver lo que tenían a su izquierda. Pero cuando les pidieron lo mismo, aunque ahora situados en la puerta de la catedral, percibieron sin dificultad lo que antes no pudieron ver, y que ahora quedaba a su derecha.

7) Visión ciega: ver sin saberlo

enfermedad


Nuestra conducta puede guiarse por información de la que no somos completamente conscientes. Un interesante ejemplo es un trastorno conocido como visión ciega. La personas que lo padecen no ven. Son "ciegas". Pero lo son entre comillas. Si se les lanza un objeto pueden atraparlo al vuelo. Y pueden también esquivar objetos situados en su camino. En realidad, sí que ven, pero no son conscientes de ello. Y no lo son porque tiene dañadas algunas fibras nerviosas que trasmiten la información visual desde los ojos hasta la corteza visual. El resultado es una aparente contradicción entre lo que la persona percibe y lo que hace. Este tipo de ceguera tiene lugar después de accidentes cerebrovasculares.

8) A dos metros sobre el suelo

percepcion
(La experiencia de flotar o salirse del cuerpo puede reproducirse en el laboratorio o con realidad virtual.)


Algunas personas tienen en ocasiones la sensación de ver su propio cuerpo desde fuera, mientras flotan a un par de metros sobre el suelo. Una experiencia que se hace más frecuente en intervenciones quirúrgicas, donde el paciente ve al equipo médico desde arriba, e incluso se ve a sí mismo en la mesa de operaciones. Aunque desconcertantes, estas experiencias pueden reproducirse en el laboratorio estimulando determinadas zonas del cerebro.

Son más frecuentes en personas que padecen migraña o epilepsia, pero también puede producirse en ausencia de estos trastornos en situación de miedo extremo. Tal vez por eso tienen lugar con más frecuencia ante intervenciones quirúrgicas o situaciones en las que la vida corre peligro.

Así lo relata una persona que lo experimentó después de sufrir un accidente de tráfico: "Veía mi cuerpo tendido en la cama de cuidados intensivos, completamente inmovilizado y a su alrededor los médicos preocupados por mi vida, mientras que yo flotaba arriba, cerca del techo".

El interruptor que lo pone en marcha se encuentra en el lóbulo temporal del cerebro. El neurólogo Olaf Blanke, del laboratorio de neurociencia cognitiva de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), pudo reproducir de forma casual esa sensación en una paciente de 43 años que sufría graves ataques de epilepsia que no se podían controlar con fármacos.

Para localizar en el cerebro el lugar de origen de las convulsiones se colocan electrodos con los que se estimulan distintas áreas del cerebro mientras los pacientes están conscientes. Al estimular una zona concreta situada entre el lóbulo parietal y el temporal (giro angular derecho), la paciente dijo: "Me veo desde arriba, tendida en la cama". Además tenía la sensación de estar flotando a dos metros sobre el suelo.

Provocar la experiencia

Es más, estas sensaciones pueden provocarse en personas sanas mediante realidad virtual. Y antes de que esta existiera, con un simple espejo, como hizo el psicólogo George Malcolm Stratton (1865-1957) en la primera mitad del siglo pasado. Se colocó un espejo sobre la cabeza de forma que le permitía ver todo su cuerpo unos metros por delante. Anduvo de esta guisa durante tres días por Berkeley, su lugar de residencia, mientras se iba apoderando de él una creciente sensación de encontrarse fuera de su cuerpo y localizado en la imagen del espejo.





adriano_mg

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