Todo empieza por una persona y por una ciudad. Una persona extraordinaria para una ciudad imposible, cuya perfección y pureza de concepto está condenada a arder intensamente y consumirse con rapidez. En Bioshock era Rapture, una urbe submarina diseñada para quedar oculta a los ojos del mundo, fruto de la prodigiosa mente de Andrew Ryan y de su objetivo de crear una sociedad en la que cada miembro pudiera llegar tan alto como su talento y voluntad le permitieran. Sin cortapisas, sin redes. Su gloria social, cultural y científica fue intensa, pero fugaz. Cuando Jack llegó, ese sueño era ya sólo un cadáver en estado de descomposición, con sólo algunos rastros de su utópica belleza entre la ruina más absoluta.
Volvemos al mismo caso: 95 en Metacritic. Esto es, según la crítica especializada, Bioshock Infinite está muy cercano a lo que supondría la perfección en un videojuego. Pero claro, nadie ha definido hasta ahora qué es la perfección en un videojuego (o por lo menos, nadie con galones), y por tanto todas estas discusiones están emponzoñadas por no partir de la misma base, que viene a ser que no sabemos lo que es un videojuego perfecto. Dicho esto, me andaré sin rodeos para entrar en el campo subjetivo y diré que un videojuego perfecto es aquel que, gracias al aspecto puramente jugable (énfasis aquí), el juego te enamora, te absorbe y te transmite. Pulsa X para seguir leyendo. Me atrevería a decir que esta historia que se nos cuenta en Bioshock Infinite es de las mejores que se han dado en el medio. Toca temas de lo más variopintos (esclavitud, trabajo, corrupción, moralidad...). El trato que se le da aquí a los personajes y al guión es cojonudo, de producción cinematográfica de alto copete. Es por esto que HAY que jugar y finiquitar Bioshock Infinite, y si quereis nos contamos cosicas con espoileres en los comentarios, como que (SPOILERS) Los Lutece se trajeron los vigorizadores de Rapture y no son sino la misma persona de dimensiones distintas (Fin SPOILERS). Pero ay madre, una buena, una magnífica historia no hace un juego perfecto, y donde cojea (un huevo además), es en el desarrollo. Columbia es port Aventura, un sitio lleno de pasillos que llevan a salas donde hay muchos enemigos que vas a tener que matar para ir al siguiente pasillo y después a la siguiente sala y así hasta que acabes. Esto no es malo si el combate estuviera bien desarrollado, pero es que, en el caso de Bioshock Infinite, resulta rudimentario, monótono y engorroso, y a veces hasta frustrante (putos Handyman, asco de cosas). Más de una vez te encontrarás dando vueltas sin saber quien te ha pegado con una porra y desde donde, y en mi caso, apenas use poderes. Las armas abarcan un abanico demasiado regular en cuanto a variedad, y algunas se quedan desfasadas con respecto a otras (por lo menos en difícil, que es como lo he jugado. Por lo menos han incluido unas vías donde te puedes enganchar que hacen el combate algo más divertido, aunque nada que haga pensar que estemos fuera del esquema general. La interacción con el escenario es prácticamente inexistente. De vez en cuando te toparás con gente a la que hablarás solo si el juego ha sido preparado para ello con el correspondiente script. Incluso en contadas ocasiones te darán a elegir entre dos opciones sin consecuencia alguna en la trama ni el juego. También encontrarás grabaciones por ahí tiradas de gente importantísima de Columbia contando reflexiones y secretos del trasfondo (ya podían no dejarlas ahí, al alcance de cualquiera). Las armas y los poderes se pueden mejorar gastando dinero que te encuentras también por ahí tirado. Y ya. Pulsa X para leer conclusión. Bioshock Infinite es un shooter justito con una historia acojonantemente buena que al final termina siendo el único aliciente para seguir jugando. Es un pim pam pum constante en pos de dejarnos sorprender por sus diálogos, sus scripts y su bellísima presentación. No es un mal juego, no. Es vistoso y funciona, pero las últimas horas yo estaba deseando que se pusiera el piloto automático por enésima vez para ver el final.
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