Entrevista a Horacio Quiroga
El 27 de octubre de 1925 se nos ocurrió, junto a todo el equipo de producción, la atrevida idea de entrevistar al genio de Horacio Quiroga. El problema fue convencer a José Enrique, Carlos, Daniel y Víctor, Directores de nuestra Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales, que nos diera ese permiso y aprobaran la financiación del proyecto.
Logrado eso, al otro día estábamos en The Central Uruguay Railway Limited esperando que llegara nuestro tren. Cuando vino y nos acomodamos en las habitaciones, empezamos a idear la entrevista. No nos lográbamos poner de acuerdo sobre qué preguntarle. Teníamos poco tiempo y muchas interrogantes. Nos tomó casi todo el viaje terminar de armar las preguntas, por lo que no tuvimos tiempo de pasarlas en limpio. Se sumaba la incomodidad de aquel tren. Los baños eran diminutos y muchas veces las colas demasiado largas. El menú, que siempre se repetía, parecía no conocer el vino. Pero no me podía quejar, los paisajes que se veían por la ventana eran hermosos. Después de 2 días de viaje junto a mis colegas, llegamos a la estación de San Ignacio.
Hacía tiempo que yo ya quería volver a mi viejo San Ignacio, mis recuerdos de infancia la tenían siempre como escenario. Desde que me mudé a Montevideo nunca más había vuelto a pisarla. Miles de sucesos se me vinieron a la mente. Quise recordar dónde quedaba mi casa, pero era tan todo distinto, que se me hizo imposible.
Abrimos el mapa y buscamos la casa de Horacio. Como no la pudimos ubicar tuvimos que pedir instrucciones. Luego de dar varias vueltas, finalmente la encontramos. Era una casa muy modesta. Tocamos timbre, esperamos y al cabo de unos minutos apareció una señora grande que gentilmente nos llevó a la sala de estar. Allí se encontraba él, rodeado de libros y papeles desordenados, sentado en uno de los sillones, tomando el té. Nos presentamos y Quiroga dijo:
- Es cierto que venían hoy, lo había olvidado por completo. Por favor, tomen asiento. ¿Me acompañan con el té? Ahí tienen las tazas.
- Bueno, muchas gracias. Esperamos no ser demasiado molestos. Igualmente trataremos de que nos lleve poco tiempo.
- Bueno, entonces empecemos. Pregúntenme.
- Perfecto. Bueno, a ver. ¿Cómo se describiría usted como escritor?
- Qué pregunta. Partamos de la base de que escribo porque me gusta. Se podría decir que soy un escritor literario. Más específicamente un cuentista. Algunos me ven como vanguardista, pero qué sé yo. También soy periodista y mi actividad como diplomático también me obligó a escribir bastante.
- Todo el mundo habla de las tragedias que marcaron su vida. ¿Podría hablarnos de alguna de ellas?
Piensa, toma lentamente un sorbo de té y luego contesta.
- Una de ellas fue la muerte de mi padre cuando yo tenía tres meses de edad. Él se disparo accidentalmente con su arma al tratar de bajar de una embarcación. Es difícil hablar de esas cosas. A mi me resulta más fácil escribir, que hablar. Otro episodio doloroso fue cuando, tratando de ayudar a un amigo para que se preparara para un duelo, se me escapó un tiro que, lamentablemente lo mató.
- Y hay otras muertes ¿verdad?
- Si, también mi padrastro se suicidó.
Sabía que había omitido hablar del suicidio de su esposa antes de que se fuera de Misiones, pero no creí prudente insistir.
- Y, ¿por qué escribe? ¿Qué es lo que lo motiva? Parece que las tragedias familiares no lo desmotivaron.
- No, la verdad que no. Volqué gran parte de ese sufrimiento en mis obras. Quizás eso me ayudó a sobrellevarlas. Otra de las cosas que me motivan son, por ejemplo, los lugares donde vivo. Los relatos para niños Cuentos de la Selva, fueron basados en las selvas de Misiones. Como a todo escritor, las anécdotas personales son motivos para escribir.
- Háblenos un poco de los Cuentos de la Selva
- Los Cuentos de la Selva los escribí para mis hijos. Tienen por escenario esta selva, la de Misiones. De aquí extraje a los personajes que suelen ser víctimas de la desmesura de un mundo se manifieste como un mundo bárbaro.
- Usted sintetizó las técnicas de su oficio en el Decálogo del perfecto cuentista. Díganos en qué consiste eso.
- Bueno, eso son pautas relativas que establecí en la estructura, la tensión narrativa, la consumación de la historia, el impacto del final. Traté de que el lenguaje utilizado lograra transmitir lo que quiero narrar.
- ¿Qué es el Consistorio del Gay Saber?
- El Consistorio del Gay Saber podría decirse que es un cenáculo. Reuniones entre amigos, de apasionadas discusiones donde, muchas veces, surgían ideas fértiles para publicar. Empezó a funcionar a la vuelta de mi viaje por Europa, en 1899 y no duró mucho. Desde allí también discutíamos con otros grupos, por ejemplo el de J. Herrera y Ressing.
-¿Han traducido algunos de sus trabajos?
- Hasta donde sé, hay cosas traducidas al inglés y al francés.
- ¿A qué se está dedicando actualmente?
- Ahora estoy de vacaciones acá en San Ignacio. Sigo escribiendo para algún diario de Buenos Aires y estoy preparando un libro de cuentos que, creo, llamaré, Los desterrados.
- ¿Qué autor le gusta leer?
- Hay muchos buenos escritores uruguayos y argentinos, pero me sigue apasionando Dostoiewski.
- Bueno, eso es más o menos todo lo que teníamos para preguntarle. Muchísimas gracias por su tiempo.
- Gracias a ustedes por acordarse de mi y por pensar que puedo decirles algo interesante. Los acompaño a la puerta.
Una vez en el pórtico, nos despedimos con la promesa de enviarle la nota completa a su casa. Luego fuimos a comer a un restaurante que nos quedaba camino a la estación. Yo me había quedado con ganas de pasar por mi antiguo hogar. Les expresé mi deseo a mis colegas que lo entendieron perfectamente. Buscamos y buscamos pero nunca la encontramos.
Tres horas después estábamos en la estación esperando el tren, cansadísimos de caminar. El viaje de vuelta fue muy parecido al de ida, con la diferencia, importante para nosotros, de que pudimos comer con vino.
La imagen de Horacio en aquella sala permanecía en mi cabeza. Sabía que había participado de una experiencia que era, de alguna manera, histórica.
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