Oh muchacho malherido,
por haber nacido acaso
bajo un destino aciago
en su tristeza.
Sus ojos vislumbraban el sideral columpio,
y se asemejaban a las lunas incestuosas
de las aristocracias de sangre amarilla.
En la roca grabó un poema sin dilaciones,
incomprensible por las mezquinas almas
que hallan por doquier la rima vana.
Antes de diluirse con el río de los instantes,
bebió la sinrazón de las civilizaciones:
mago perfumado por los atardeceres.
22/2/14
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