18/12/13

Estación de Canfranc, Casablanca a la española

Estación de Canfranc, Casablanca a la española

Había espías aliados. Había informadores alemanes, oficiales de la Gestapo, chivatos para la Francia colaboracionista de Petain y policías locales. La ciudad era un hervidero de contrabandistas y a la sombra de aquellos movimientos se escondía un personaje legendario, un tipo con encanto que caía bien a todos y que pudo mover los hilos de una intrincada red de espionaje. No le gustaron las grandes ciudades. Tampoco el tener jefes, ni la burocracia. Era un hombre de acción, buscaba los destinos en los cuales guardase su independencia y, al mismo tiempo, el sitio fuera excitante.

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La Casablanca del cine tuvo un reflejo en la realidad, y ese fue Canfranc, la estación internacional de ferrocarril, el paso más transitado en el Pirineo Central de Huesca. Durante la Segunda Guerra Mundial fue un paso estratégico de mercancías entre España y Alemania: alimentos, wolframio, acero… Y 86 toneladas de oro robado por los nazis, de las que 12 se las quedó Franco. El personaje mítico era Albert Le Lay, el jefe de la aduana francesa, que subrepticiamente coló a centenares de judíos que huían del horror nazi, entre ellos artistas como Max Ernst o Marc Chagall. Joséphine Baker, casada con un judío, también cruzó la frontera por Canfranc, a lo grande, llamando a la prensa para que nadie se atreviera a tocar a ella o a su marido ante de los periodistas.

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Le Lay era un espía del Servicio de Inteligencia Británico, que usando como centro ese paso fronterizo, se dedicó recopilar e intercambiar información, al que ayudaron españoles y franceses: la información iba semanalmente desde Canfranc pasando por Zaragoza hasta San Sebastián para llevar los mensajes al consulado inglés de la capital donostiarra que cada lunes los enviaba por valija diplomática a Madrid. Treinta de los participantes en la red fueron detenidos en 1942, y condenados por un tribunal especial.

Segunda Guerra Mundial


Albert Le Lay llega en 1940, cuando aún no hay nazis. Organiza operaciones muy arriesgadas, como apagar de repente la luz de toda la estación para pasar a un grupo de refigiiados. Una de sus frases era: "Aquí ni las paredes hablan", ya que involucra a mucha gente en sus operaciones.

En una de las operaciones, Le Lay acaba huyendo por los pelos, sigue en la resistencia como líder de un grupo y cuando acaba la guerra, tras recibir todo tipo de honores, se retira a San Juan de Luz. Rechazó la propuesta de De Gaulle de dirigir un ministerio y jamás hizo publicas sus hazañas de espía.

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El film documental, "El rey de Canfranc", de Manuel Priede y José Antonio Blanco, ilustra la increíble vida de Le Lay.




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